Ripios Malabres

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jueves, octubre 7

Infeccion de Mariposas Estomacales

Francisco no había sentido eso, desde… las ultimas cuatro veces que se le rompieron el corazón…
 La primera vez, se vió enfrentado a una melancolía infernal, a una impotencia despiadada, de haber dado todo a cambio de nada, claro, cuando conoció a Elizabeth, sentía mariposas en la prominente panza, que terminaron envenenadas a puro aire de cigarro, el recién adquirido para entonces, vicio de Francisco.
Pero las mariposas, como todos los insectos, son persistentes, volvieron a brotar, en el preciso instante que Francisco, abordaba un colectivo, al sentar junto a Miranda, las mariposas volvieron a atacar, ahora acompañadas de sudoración fría y nerviosismo.
Durante el tiempo que Francisco y sus huéspedes vivieron con Miranda, fueron felices, pero ¡que bichos mas condenados! Volvieron a arruinar todo, probablemente se fueron, junto al cabello que Francisco comenzó a perder, durante el tiempo que perdió a Miranda.
Para cuando el cigarrillo había echado raíces del todo, todo su cabello las había perdido.
La tercera ocasión que se infecto de estos repulsivos bichos, estaba en un parque, sentado, una mujer le sonreía a lo lejos, se acercaron, se conocieron, se besaron, se compenetraron, y separararon el prefijo, y se sujetaron, pero tuvieron que des-sujetarse, un dia que las mariposas de Francisco se pelearon irremediablemente con las de esa mujer, por no poder escoger, un nido de apareamiento, el color de sus alas, el  numero de orugas a engendrar o el olor que tenía la antena izquierda de la madre de la segunda oruga de la mujer.
Francisco, el calvo fumador, se dedicó a comer, a comer sus miedos, sus ansiedades, sus mariposas…
Pero la naturaleza es sabia, entre las mariposas sobrevivientes a esa época, se lograron aparear hasta llenar todo el estomago de nuevo, y ahora había mas espacio…. Mucho mas espacio…
Se deslizaba la grasa de la hamburguesa por la boca de Francisco, simultáneamente, se deslizaba el grácil trasero de aquella mesera, Alejandra, que tan gracil vino, tan fácil se fue, dejando al Calvo, fumador y obeso Francisco, llorando derrotado, en una acera…
La lluvia no paraba de escupirlo, la grasa de patearlo desde adentro, el humo, de cortarle  la visión, la cabeza, de servir de deslizador a las frías e insultantes gotas, que lo empapaban…
Decidido a terminar de una vez por todas, con la maldita invasión de mariposas estomacales, fue a su casa, tomó todas las pastillas de su botiquín, se sentó en el bacón a ver la lluvia pasar, y entre los carros, en la calle, una jovencita, perfecta aparentemente corría, las mariposas parecían muertas, Francisco pensó que era un truco, al estilo Zarigüeya y tomó todas las pastillas…
Despertó en el hospital, a su costado, la enfermera movía gracilmente su trasero, al compás de la danza que las inmortales Mariposas en la panza de francisco bailaban… así que resignado, Francisco, que no sentía eso desde … desde, hacía tanto tiempo, entregó a la enfermera, lo mismo que todas las mujeres de su vida…
Agarró la bandeja médica, de plata, y le dibujó con los dedos, luego de posarle el aliento, un corazón… un corazón en esa bandeja de plata… un corazón, obeso, fumador, calvo, deprimente, pero eso si, un corazón acompañado de Mariposas envenenadas, castradas, golpeadas, insultadas, pisoteadas y que felices, se entregaban a un nuevo destino, a un riesgo, a un estado por descubrir…

Jose A. Flores

2 comentarios:

  1. Celebro tu regreso José!
    Aplaudo siempre tus cuentos!
    Excelente narración, personajes increíbles!
    Besos!!!
    Bel

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  2. Como siempre y como todos tus escritos soy
    Tu fan numero unoooo! Me encanta la reaccion
    Que no solo d nervios pueden causar unas mariposillas!
    Segui escribiendo asi d bonito! T amo! DMS

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